Siempre tuyo by Daniel Glattauer

Siempre tuyo by Daniel Glattauer

autor:Daniel Glattauer [Glattauer, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T05:00:00+00:00


5.

De camino a casa después de cerrar la tienda, en la penumbra de un ventoso atardecer de otoño, a Judith le asaltó el miedo a la incertidumbre. En la escalera, mientras esperaba el ascensor, le pareció oír unos gemidos que venían de arriba. Presa del pánico, salió del edificio, se mezcló con los transeúntes, llamó a Lukas e, interrumpida por ataques de llanto, le contó de la supuesta enfermedad de Hannes y su ingreso en el hospital, que se contradecía con la intuición que ella tenía y con los gemidos en el hueco de la escalera.

En dos horas, él podía estar en Viena.

—No, Lukas, no es necesario —dijo ella.

Sí que lo era. Y de todos modos él no dejaría de ir por nada del mundo. Lo único que debía hacer ella era resisitir esas dos horas. En un nuevo intento de ser valiente y estar preparada para todo, llegó casi hasta el portal. Allí dio media vuelta y salió corriendo hacia la estación de metro, donde había más luz. Ni en plena calle se sentía segura. La sirena de una ambulancia le dio un susto de muerte. Probablemente estaban trayendo a Hannes a la casa de ella o, peor aún, llevándoselo de allí.

Subió a un taxi, llamó a su madre, le dijo que por casualidad estaba cerca de su casa y quería hacerle una breve visita, que si le venía bien.

—¿Sigues viva? —le preguntó mamá. Y justo a tiempo añadió—: Desde luego, hija, ya sabes que siempre puedes venir.

Mamá tenía mal aspecto, como si su padre acabara de dejarla en buenos términos, y no hizo falta ni siquiera una insinuación para hacerle sentir a su hija que ella tenía la culpa. Como castigo, Judith tuvo que leerle en los prospectos las dosis y los efectos secundarios de medicamentos recetados para la ceguera, el infarto de miocardio, el duelo y otras cosas por el estilo. Por lo menos no se mencionó una sola palabra acerca de Hannes. Judith miraba el reloj a cada minuto.

—¿Ya te vas? —preguntó mamá.

—Sí, he quedado con Lukas —respondió Judith.

—¿Lukas? —por fin una abierta acusación con nombre propio—. ¿Por qué con Lukas?

—¿Por qué? Porque es un amigo y, como es sabido, los amigos se ven de vez en cuando —contestó Judith con malicia.

—¡Lukas tiene una familia!

—No, mamá, no pienso discutir esto ahora contigo —replicó Judith, se puso de pie de un salto y cerró la puerta tras de sí.

Permaneció unos minutos fuera, consciente de su estado lamentable, luego volvió a llamar a la puerta. Mamá abrió titubeante, tenía los ojos hinchados. Judith se echó en sus brazos y se disculpó.

—No estoy pasando por una buena etapa —dijo.

—Sí, lo sé —respondió mamá.

Se hizo una breve y abrumadora pausa.

Judith: —¿Cómo lo sabes?

—Se te nota en la cara, hija —contestó mamá.



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